Idea
Vilariño (Montevideo, 1920-2009), poeta, letrista de
canciones, crítica, traductora, ensayista y docente de Literatura,
en Secundaria y la Universidad de la República. Integró, dentro del
Grupo de los Lúcidos y vinculada a las revistas “Clinamen” y
“Número”, la llamada Generación del ’45 o Generación Crítica
o Generación de “Marcha”, si bien con este semanario y su
Director, el Dr. Carlos Quijano, se distanció por la supresión de
la palabra “semen”, por demasiado “osada” en la publicación
del siguiente poema:

Amor amor
jamás te apresaré
ya no sabré cómo eras.
No habré vivido un día
una noche de amor
una mañana
no conocí jamás
no tuve a nadie
nunca nadie se dio
nada fue mío
ni me borró del mundo con su soplo.
Lo que hubo fue dolor
lo solo que hubo
que fue colmado atestiguó fue cierto
pero dónde quedó
qué consta ahora.
Hoy el único rastro es un pañuelo
que alguien guarda olvidado
un pañuelo con sangre semen lágrimas
que se ha vuelto amarillo.
Eso es todo. El amor
dónde estuvo
cómo era
por qué entre tantas noches no hubo nunca
una noche un amor
un amor
una noche de amor
una palabra.
Idea
era demasiado mujer para resultar le cómoda a nuestro país, tan
pacato, incluso en la persona de uno de sus intelectuales y políticos
más amplios y lúcidos, como lo fue el Dr. Quijano. Este rotundo
modo de ser mujer y libre le venía a la poeta de su familia, donde
la marcó el recuerdo del padre, anarquista, culto y poeta.
Vivió
con intensidad todo, el amor, el desamor, la actividad intelectual. Y
lo expresó en su poesía, a la vez desencantada y rebelde, racional
y pasional. Vaya para ejemplo esta letra que inmortalizara Alfredo
Zitarrosa:
La
canción y el poema (o La canción)
(Idea
Vilariño - Alfredo Zitarrosa)
Hoy
que el tiempo ya pasó,
hoy
que ya pasó la vida,
hoy
que me río si pienso,
hoy
que olvidé aquellos días,
no
sé por qué me despierto
algunas
noches vacías
oyendo
una voz que canta
y
que, tal vez, es la mía.
Quisiera
morir –ahora– de amor,
para
que supieras
cómo
y cuánto te quería,
quisiera
morir, quisiera… de amor,
para
que supieras…
Algunas
noches de paz,
–si
es que las hay todavía–
pasando
como sin mí
por
esas calles vacías,
entre
la sombra acechante
y
un triste olor de glicinas,
escucho
una voz que canta
y
que, tal vez, es la mía.
Quisiera
morir –ahora– de amor,
para
que supieras
cómo
y cuánto te quería;
quisiera
morir, quisiera… de amor,
para
que supieras…
(1972)
O
esta otra, que cantan “Los olimareños”:
De
todas partes vienen,
sangre y coraje, para salvar su suelo los orientales; vienen de las cuchillas, con lanza y sable, entre las hierbas brotan los orientales. Salen de los poblados, del monte salen, en cada esquina esperan los orientales. Porque dejaron sus vidas, sus amigos y sus bienes, porque es más querida la libertad que no tienen, porque es ajena la tierra y la libertad ajena y porque siempre los pueblos saben romper sus cadenas. Eran diez, eran veinte, eran cincuenta, eran mil, eran miles, ya no se cuentan. Rebeldes y valientes se van marchando, las cosas que más quieren abandonando. Como un viento que arrasa van arrasando, como un agua que limpia vienen limpiando. Porque dejaron sus vidas... |
En
el terreno teórico, destacan el rigor con el que estudió la métrica
y la rítmica de la poesía castellana, así como también sus
lúcidos análisis sobre el Tango y sus letras.
Sus
libros de poesía:
- La suplicante (1945)
- Cielo Cielo (1947)
- Paraíso perdido (1949)
- Por aire sucio (1950)
- Nocturnos (1955)
- Poemas de amor (1957)
- Pobre Mundo (1966)
- Poesía (1970)
- No (1980)
- Canciones (1993)
- Poesía 1945 - 1990 (1994)
- Poesía completa (2000)